jueves, 30 de septiembre de 2010

La diferencia

En tardes como esta aún pienso que las cosas habrían sido diferentes si no hubiese sido diferente. La diferencia es lo que te separa del resto del rebaño, y él jamás fue una oveja. Fue aquello lo que me hizo quererle como a ninguno, pero fue cosa mía tratarle como a todos. No era cuestión de escalas ni valores, sólo de no saber distinguir el rojo del azul, de estar perdida en un mar de gente y de ideas que nada tenían que ver con la luz que pudiera desprender a su paso. Nada habría podido hacerme ver el destello. Estaba ciega.

Ni siquiera puedo culpar a la lluvia de esta verborrea sentimentalista. El veranillo de San Miguel deja los últimos días de calor a su paso. Es sólo que la melancolía se mete en mi cama cada otoño, decidida, para impulsar la imaginación y la humedad del corazón.

Para ciertas cosas siempre he sido un desastre. Y esta es una de ellas. Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, pero pienso que es mentira. Yo sabía perfectamente lo que había. Pero, a veces, el miedo a perderlo todo cuando sabes que es tuyo es mucho mayor al de perderlo con la duda eterna de si algo de ese todo te pertenece. Se que es un pensamiento estúpido, pero he ahí mi desastre.

De cualquier manera, no quiero desvariar. Tan sólo quiero que conste que todo habría sido diferente de no haber sido tan jodidamente diferente.

viernes, 24 de septiembre de 2010

:)

lunes, 20 de septiembre de 2010

Hasta luego

La migraña no es mi mejor aliada en días tan grises. Ya no se si me duele la cabeza porque el día es gris o veo el día gris por el dolor de cabeza.
Me asomo a la ventana e intento concentrarme en algo. Y pienso en lo didícil que se hace perder brillo. No va a ser fácil seguir sin ti. Jamás me había parado a pensarlo, y asusta pensar que quizás sea un final con el que nunca se ha contado.

Dormiremos pensando las mismas estupideces que pensamos ahora, discutiremos por las mismas cosas e intentaremos añadir algunas nuevas. Escucharemos las mismas canciones, leeremos los mismos libros e intentaremos seguir las mismas series, por aquello de no perder el hilo conductor que nos une. Y quizás las cosas cambien, o quizás no. Quiero pensar que volveremos a vernos con los ojos llenos de alegría. O puede que Italia te envuelva en film de plástico transparente hasta el punto de dejarte allí atrapado.

Soy ingenua al pensar que escupir toda esta basura mental puede ser la solución a un lunes tan macabro, pero no puedes irte sin saber que aquí la gente se mira en el metro como si fueran de especies diferentes. Se les ha olvidado que somos iguales, pero no se lo cuentes a nadie. La humanidad está sobrevalorada entre tanto zombie. Quiero que me cuentes si allí les pasa lo mismo. Si no les pasa, no vuelvas. No quiero que mueras en vida. Espero no haberlo hecho yo cuando hayas vuelto.

¿A quién vas a esperar ahora en las estaciones? Yo seguiré sentándome en ese banco, o bajo el árbol, fumaré sola, me reiré de mi misma, y en ocasiones creeré haberte vísto pasar. Entonces, me acercaré hasta tu supuesto doble y le preguntaré si le apetece hacerse una foto saltando desde el banco. Es muy probable que piense que estoy loca o me responda alguna excentricidad, así que volveré a sentarme, a reírme y a fumar. Y pensaré qué andarás haciendo, a quién estarás esperando en la estación, cuándo vas a venir a Palencia a pasar una "noche en blanco", cuándo volveremos a tumbarnos en el césped a escuchar a Quique sin parar, o a mirar juntos al mar.

¡Mucha suerte!Seguiré siendo lo que soy.

viernes, 10 de septiembre de 2010

La norma y la inquietud.

Lo estoy haciendo mal y lo se. Y también se que es la maldita incapacidad de compromiso que tengo con el mundo en general -y con mis obligaciones en particular- la que me obliga a decir que sí para luego dibujar un no.

Siempre empiezo por el sí. Y me siento bien, no hay nada que duela. Pero pronto se nubla, dejando espacio a un no rotundo que no entiende de excusas ni argumentos válidos. Si continúo diciendo sí, vuelve la ansiedad. Es un círculo vicioso del que me inquieta salir.

Estoy por ponerme en manos de científicos y psicólogos de todo el mundo a ver si me diagnostican algo que no sea "inmadurez crónica". Aunque quizás sólo necesite a alguien que me entienda y me permita tener mi espacio cuando el pánico tome mi cuerpo.

En realidad, detesto las normas. Hacer cosas porque sí, porque "no se puedan hacer de otra manera" aunque no sea cierto. Aunque detesto mucho más que me obliguen a cumplirlas y no poder salir corriendo de un lugar cuando algo me amenaza mentalmente. Es una especie de agorafobia vital, no voy a negarlo.

Los que ponen las normas no siempre tienen criterio. Cada uno tiene sus razones, pero siempre he creído que no hay una persona que sienta o piense exactamente igual que otra. Para ti es válido lo que para mi es un asco. Para mi es un asco que no valides mi visión. Pero no deja de ser mera teoría. Tú déjalo así que ya me encargo yo de hacerlo a mi manera, aunque tenga claro que la estoy cagando.