jueves, 12 de mayo de 2016

Viernes.

Llevo cinco meses sin verte y no te has dado cuenta. O lo sabes, pero no conoces mi dolor. O lo conoces, pero no te importa. Y lo entiendo.

Voy a ser franca, a sabiendas de que no vas a visitar este museo de la vergüenza. He perdido varias piezas del puzzle y no falta mucho para terminar de desarmarme, pero tú eras la que nadie quiere perder, el ojo visible de la niña que esconde media cara tras un girasol.
Me instabas a comerme el mundo. No lo estoy haciendo y no te llamo para que no tengas que oírlo. Lo siento.
Te imagino como siempre quise que fueras, como sé que estás siendo, pero supongo que todo el orgullo que me produce saberlo es el hermano gemelo de la decepción que sentirías tú si me supieras ahora mismo.
Todos me advirtieron de este dolor. Todos menos tú. Pero qué ibas a saber, si matabas el tiempo sacándole brillo a mi egoísmo. No me quedan derechos, no los pido, pero ojalá una de esas viejas rutinas que tanto gustan, y que tanto odiábamos, nos empujase al encuentro de la amistad que ya no es.

Es jueves y sigue lloviendo.
Es jueves y no sé dónde estás.
Es jueves y estoy herida.
Es jueves y no quiero que nadie que no seas tú me seque las lágrimas.
Es jueves y no puedo llamar a tu puerta porque sigues siendo Viernes.


lunes, 9 de mayo de 2016

Volver.

El olvido es ese analgésico que no calma por quedar alojado en la garganta de quien lo prueba.

Vuelvo porque salir de aquí me llevó a un lugar del que no me he atrevido a volver hasta ahora y, aunque siga intentando reparar cada una de las piezas que fui perdiendo por las aceras de los errores de los que aún no me arrepiento y conserve la esperanza de que la caja de cartón donde las guardo se seque de la lluvia que parece no querer dejar de caer en ninguna de las ciudades que semihabito, he aprendido algunas cosas que seguramente no utilice jamás.
Vuelvo al lugar del que tanto me avergüenzo llena de vergüenza, como intentando demostrar que aún se puede vivir con ese sentimiento, algún tiempo más, sin desearse la muerte. Pero de nada sirve el rencor, de nada la lágrima. Si acaso la tristeza puede arroparnos al despertar, justo cuando el sueño torna en realidad y la angustia nos ha desnudado. De poco sirven el lamento y la duda, como de poco serviría el retorno que nunca deseé o el conocimiento de una información que ya no me concierne.

Cuando ya no me reconozcas, cuando el tiempo haya borrado el recuerdo de una mentira, cuando me haya acostumbrado a vivir bajo la resignación y sus normas, cuando tan sólo sea el fantasma de esa presencia que fue perdiendo el nombre y la entidad, nada habrá servido de nada. De nada la ilusión, de nada la pena, de nada las ganas ni el desamparo que la rendición trajo consigo.
Cualquier pérdida es una muerte, pero no toda muerte es una pérdida. Lo sé porque mis muertos me lo cuentan antes de desvanecerse en el recuerdo, como hiciste tú, antes de borrar el último instante vivido para evitar el futuro lamento, la memoria, la lágrima, la vergüenza de haberlos olvidado. Así, otros serán quienes sientan esta vergüenza algún día, tal vez estés sintiéndola tú ya (si es que aún existes y no es tu muerte una realidad), como la siento yo ante esta falta de memoria (sólo el tiempo me hará conocer por cuántas personas más habré de sentirla). Tu pérdida fue la muerte que me dejó el pavor a sentir una nueva pérdida; la que que me está obligando a intentar reparar las piezas, la caja empapada y la vergüenza.


martes, 6 de mayo de 2014

Cuando lo encuentras


Cuando lo encuentras nada vuelve a ser lo era porque empieza a ser mucho mejor. No sé si entiendes lo que digo, se borra lo que no estaba escrito, descubres que todos tus olores y sabores favoritos pueden concentrarse en un mismo punto, y eso es un millón de veces superior a lo que jamás llegaste a imaginar.

Es maravilloso saber que por fin has dado con lo que nunca buscaste y saber que hay quien va a frenarte cuando no veas un muro y quien va a ser un muro cuando necesites sostenerte.
Hasta entonces, lo perfecto existía en los sueños o en las pelis americanas pero cuando lo encuentras el sueño es sustituido por una vigilia onírica que te hace creer en el día impar que fuimos hasta hoy y que seremos mañana, y en las sábanas empapadas de besos y sudor compartido.

Llevo varios meses sin pasar por aquí porque lo he encontrado. Y es que cuando lo encuentras, la necesidad de escribir sobre el pasado da paso a querer escribir sobre el futuro en plural. Pero suele resultar de lo más hiperglucémico y no quiero lanzar demasiados terrones de azúcar a la pantalla.

lunes, 4 de marzo de 2013

Laberintos

Me conformaría con un par de abrazos bajo un cielo de lluvia o con compartir una de esas jarras de cerveza que sirven en el bar del futbolín iluminado por una lámpara roja. Me bastaría con que entendieras lo que quiero decir, pero aquí no tengo espacio para expresar con normalidad lo que siento y el teléfono al que tienes que responder cuando te llamo está girando sobre balda superior de la estantería de mi habitación, tan lejana como tú ahora mismo.

Soportar el peso de los propios errores es mucho más duro que cargar con los del resto y me duelen los hombros. Eso no altera el deseo de llenar tu ausencia con una presencia perpetua a mi lado, la tuya, enseñándome a desenredar los nudos que invento por miedo a que descubras lo que encierro. Me conformaría con otro encuentro en un andén lleno de gente vacía de vida y con tu luz formando una alumbrado de colores vivos sobre sus grises pensamientos.

Pero lo que me rodea esta tarde es un brumoso pasado en una ciudad que cada vez me es más ajena, repleta de personas que me hablan de cosas que no termino de entender, con un destino más incierto que el mío. El tiempo parece no avanzar aquí y temo acabar perdida por los pasillos que conforman este entramado si decido permanecer un día más encerrada entre sus laberínticos muros.

lunes, 31 de diciembre de 2012

¡Bye bye 2012!

Si echo la vista atrás puedo ver un saco lleno de días malos, de estaciones y hospitales, decepciones y momentos de ansiedad. Pero también puedo ver los rostros de quienes me acompañaron durante aquellos días, me recogieron en las estaciones y me abrazaron en las salas de espera.
Si cierro los ojos puedo verte, si los abro también, y eso es más de lo que pude imaginar.
Gracias a todos los que hicieron de este año algo especial.

Que el 2013 llegue vacío propósitos y lleno de esperanza.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Te duermes - Giaconda Belli


Te duermes a mi lado.
Caes silenciosamente en ese mundo
donde yo puedo ser alguna remota conocida,
una compañera de banca de parque o la amante
que acabas de dejar para evadirte a esa región donde, mutuamente,
nos privamos de la palabra.

Me conmueve verte dormido, hundido en las sabanas
con el abandono del sueño, enigmáticamente
encerrado en tu cuerpo.

También yo me dormiré y entonces quizás te despiertes
y pienses esto que yo estoy pensando, tal vez
me imaginarás enredada en algún árbol enmarañado
de los que sabes que me encantan y me quieras alcanzar tocándome,
sacándome del mutismo de estación
de radio apagada, volviéndome a traer hacia tu lado,
hacia el amor que nos dio el sueño.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Cuenta a cero


Ahora que la niebla se ha ido y empieza a clarear, ahora que llega a su fin un año bien cargadito de mierda es cuando comienzo a entender que lo único a lo que me he dedicado estos últimos meses ha sido a ocupar mi cabeza con causas ajenas para no tener que resolver las propias.

No volveré a dar la cara por quien me ofrece la espalda. Descubrir que eres de cobre, frágil y maleable, para quien consideraste oro es duro, pero más duro es intentar alcanzar a nado a quien se deja arrastrar por la corriente.

Si bien es cierto que ha sido un año difícil, me ha servido para aprender algunas cosas. La soledad es el tiempo que transcurre mientras esperas una buena noticia, una bala de oxígeno en la oscuridad o un abrazo en una sala de espera; la paciencia es más extensa de lo que creía pero su fin desata tempestades endureciendo palabras que, de otro modo, habrían sido cercanas o amables. También tú deberías aprender que la amabilidad sin retorno se convierte en ira.
He aprendido que tomar el riesgo de atravesar el puente que nos separaba es una de las mejores cosas que he podido hacer, gracias por demostrarme que las noches también pueden medirse en besos.

Por eso he decidido poner el contador a cero antes del uno de enero, pues ahora me atrevo a mirar a los ojos de la verdad. Puede que la vida siga demostrándome que puede ser tan bella como hija de puta pero ya no me da tanto miedo, ahora soy mucho más capaz de verter los desdenes y los malos gestos al pozo de la rabia injustificada y aprecio un poco más el valor de quien no tiene precio.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Warning sign

Me gustaría hablar de altruismo pero la ficción nunca fue mi fuerte, hace ya tiempo que los actos desinteresados se encuentran en peligro de extinción. Nada nuevo, exceptuando que yo me he dado cuenta de ello esta semana. De sobra es sabido que el hedonismo se ha hecho con la hegemonía de cada muestra de gratuidad que pudiera quedar esparcida entre los dedos de alguna de las personas que nos rodean.
Escribo esto desde la rabia de haber concluido que no hay nadie que no viva desde el egoísmo, el mero hecho de pensar que tal vez yo esté viviendo de esa manera me repugna. La impotencia de no poder escribir sobre el altruismo porque no exista y a mí nunca me haya gustado la ficción me desvela cada noche y me aleja, cada día, un poco más de ti.

sábado, 8 de diciembre de 2012

viernes, 7 de diciembre de 2012

Diciembre

Quise ralentizar el tiempo y conseguí pararlo, quise volar un rato y mi cabeza terminó chocando contra el suelo. Por estúpido que pueda parecer, tan sólo quise soñar que las cosas que están pasando dejaban de pasar, volver dos años atrás, tragarme las ideas que no me atrevo a compartir con nadie y enterrar la sensación de que nada de lo que hago merece realmente la pena. Pensé que sería capaz de olvidarme, por un rato, de que hay algo dentro de mí que no me deja llevar una vida tranquila y acabé lloriqueando entre comentarios sin sentido.

Me gusta más el verbo compartir que competir, tal vez por eso nunca he terminado de comprender el daño gratuito ni las malas intenciones, y verdaderamente pienso que cuatro palabras aparentemente ordenadas y sentidas jamás podrán sustituir a un buen abrazo.

Pero a quién quiero engañar, sólo intentaba olvidarme de ti sin darme cuenta de que la solución más eficaz sería ocuparme un poco más de mí.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Haruki Murakami- "Kafka en la orilla"

La profecía siempre está allí, como las aguas de un negro secreto. Por lo general, se ocultan silenciosas en profundidades desconocidas. Pero a veces se desbordan sin palabras y empapan, heladas, cada una de tus células, y tú, ante este cruel desbordamiento, te ahogas, bloqueas y jadeas. Te pegas al respiradero del techo y buscas con desesperación el aire fresco del exterior. Pero sólo encuentras un aire reseco que abrasa tu garganta. El agua y la sed; el frío y el calor. Elementos supuestamente antagónicos unen sus fuerzas y te atacan.

Con lo vasto que es el mundo, a ti te corresponde un espacio minúsculo -y ya te parece bien que así sea-, pero éste no figura en ninguna parte. Cuando buscas una voz, sólo encuentras un silencio profundo. Pero cuando buscas el silencio, sólo encuentras una voz que te va repitiendo incesantemente la profecía. Esa voz, en algunas ocasiones, da a un interruptor secreto que se oculta en tu mente.

Tu corazón es como un gran río crecido tras un largo periodo de lluvias. Los postes indicadores del camino están, todos sin excepción, sumergidos en la corriente, o tal vez hayan sido arrastrados a otro lugar oscuro.
Y la lluvia sigue cayendo torrencialmente sobre el río. Y cada vez que veas en las noticias las imágenes de unas inundaciones pensarás: "Sí, justo. Ese es mi corazón"

lunes, 3 de diciembre de 2012

Blanco sobre negro

Las cosas que no se dicen arañan las gargantas. Llevo días pensando en lo irrelevantes que pueden llegar a resultar las palabras tanto cuando creemos que sobra tiempo para decirlas como cuando no sentimos la necesidad de escucharlas.


Hace dos días te vi en el rostro de otra persona. Llegaste con un gorro de lana gris y una herida en la frente. Me observaste desde sus ojos. Eras tú, juro que eras tú haciendo lo posible de un sueño, acariciando y tratando de alumbrar, aún más, cada uno de los recuerdos que aún no han logrado escapar de un pasado tan cercano como largo. Los veranos en la playa, tu pelo corto de dos colores, un cuadro de dos piedras sobre la arena fina, la cafetería de la estación donde tuve la certeza de que no volveríamos a abrazarnos, no en esta vida, tal vez en otra, si es que eso es posible; y una libertad que jamás olvidaré. Nadie se va nunca del todo, su estela nos sigue durante muchos años.


Entonces, cuando aún podía, no quise decir nada, la cobardía se mide por el número de veces que dejamos morir lo que sentimos. Ahora que ya no soy tan cobarde, no hay tiempo, no contigo, sí con otros a quienes intento transmitir palabras relevantes que aún no lo son pues se creen poseedores de toda la eternidad para escucharlas. Cuando hay tiempo todo importa menos pero pesa más. No esperamos ni deseamos hasta que llega el día en que las circunstancias nos hacen partícipes de su finitud, y es entonces cuando deseamos soltar lastre entre bares y lágrimas, cuando anhelamos que el abrazo no dado venga de otra persona, que la palabra no dicha sea comprendida por quien no está en el deber de hacerlo.

Es, por tanto, el mío, un intento vano de ganar tiemp. Ellos no escuchan, no esperan ni desean, les han enseñado a apretar bien los dientes para no dejar salir palabras que demuestren sentimientos, las mismas que mañana escupirán hacia una pared en blanco, susurrarán al fantasma del pasillo o gritarán hacia un abismo del que tan sólo obtendrán un eco ingrato y burlón.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Benditos malditos

Benditas sean las raras excepciones,
los moratones de los vulnerables,
los labios que aprovechan los rincones,
más olvidados, más inolvidables,
benditos sean, benditos sean.

Los santos milagrosos, los gordos cariñosos,
los locos que se creen Napoleones,
las pálidas lesbianas, los dulces maricones,
los mocos de la gente con ventanas,
los tuertos que no quieren ver visiones,
los muertos que se mueren con las ganas.

Benditos sean los ceros a la izquierda,
los que nacieron en ningún lugar,
los de viva Zapata manque pierda,
las damas que se llaman Soledad,

El sable del sablista, la caries del dentista,
los buenos aires, los malos maridos,
las drogas veniales, la sopa del cocido,
los listos que parecen subnormales,
los que pudieron ser y no han querido,
los descendientes de los animales.

Malditos sean los justos, los sumisos,
los que tiran penaltis de cabeza,
los que para mear piden permiso,
los súbditos del dios de la certeza,

los que adornan las notas de sus hijos,
los probos ciudadanos, los niñatos,
los que follan con red y a plazo fijo,
los canallas que nunca han roto un plato.

Maldita sea la voz de la experiencia
que casi se equivoca a media suma,
la pipa de la paz con la conciencia,
los "oiga, que en mi taxi no se fuma",

los que se mojan poco cuando llueve,
los que sonríen en las fotografías,
los que progresan porque no se mueven,
los de la escandalosa mayoría,
malditos sean, malditos sean.

Benditos sean las rubias calentonas
que se emocionan por pasar el rato,
los tímidos que salen respondonas,
la mancha en la bragueta del beato,
benditos sean, benditos sean

los farias con saliva, los gallos de las divas,
los callos de las piernas de las cojas,
las amapolas rojas, la abuela en San Fermines,
los récords que no salen en los Guiness,
los cínicos que lloran en los cines,
los trévoles de tres o cuatro hojas,

las enfermeras que suben la fiebre,
las tetas de pezón hospitalario,
los gatos de no dan gato por liebre,
los misterios gozosos del rosario,

la novia del torero, los bronquios del torero,
los tristes que se rien de la tristeza,
los ricos sin dinero, los vagos con peraza,
los últimos que llegan los primeros,
los calvos que se quitan el sombrero
ante la dignidad y la belleza.

Malditos sean los tontos con medallas,
los hijos de mamita, los chivatos,
los candidatos (cierra la muralla),
la letra pequeñita del contrato,

los alcahuetes del polvote ajeno,
la diabetes, el sida, los viejos,
los sorbetes de bilis con venero,
los que aplauden al príncipe de hinojos,
los cuentos de las cuentas al contado
los tipos de interés, los finiquitos,
los que jubilan a los jubilados,
los talibanes del último grito,

los que se pasan nunca de la ralla,
los mamporreos de la simetría,
los que exhiben el móvil en la playa,
los que hacen trato con la policía,
malditos sean, malditos sean.

-Joaquín Sabina-

lunes, 26 de noviembre de 2012

Sinsentidos consentidos

Dicen que mi futuro eres tú y yo aún no comprendo el sentido de la vida, que todo lo que tiene solución termina por arreglarse y que lo que es susceptible de empeorar, lo hace. Dicen que todo lo que damos nos es devuelto, que la energía ni se crea ni se destruye pero no veo que nada se transforme.

Me siguen doliendo las mismas cosas y me sigue maravillando tu manera de transmitir optimismo, sigo temiendo depender de algo o de alguien pero sigo deseando hacerlo.
Dejo evaporar las palabras no dichas, me guardo el corazón en ese lugar que ni tú ni yo conocemos hasta que decide escapar hacia ese otro lugar en el que se convierte en algo vulnerable y miserable, a partes iguales, para volver magullado a revolcarse entre las letras que me obliga a escribir.
Querer abarcar mucho es como no amarrar nada y terminar perdiéndose en preguntas sin respuesta es una solución indeseable. Refugiarse en canciones dolorosas y curativas, rebobinar en VHS, aceptar que nunca terminaré de comprender nada, y entender que tener prisa por acabar con lo que aún no ha comenzado es como intentar respirar debajo del agua.

jueves, 22 de noviembre de 2012

José González

Aquel día descubrimos a José González, versionaba "Teardrop" de Massive Attack y discutimos brevemente  acerca de quién interpretaba aquella canción. Shazam nos sacó de dudas, a veces los avances tecnológicos sirven para algo más que para el desencuentro. Era José González.

Dos pacharanes y una cerveza. Risas y ganas de llorar. Palabras optimistas frente a la derrota. Te acercaste a la barra y pediste unos dardos al camarero. Me invitaste a jugar con la intención de entretenerme, pero esos dardos se convirtieron en piedras al tocar mis dedos y comencé a lanzarlos como si la diana fuera la culpable de la carencia de paz en el mundo o de cualquier otro mal, como si al romper alguna de aquellas plumas algo fuera a cambiar. Quise gritar pero no pude. Casi te gano.
Hacía frío, en Palencia siempre lo hace, y el mismo borracho de siempre cruzaba desde la barra hacia el baño sin miedo de ser alcanzado por alguno de nuestros proyectiles en esa noche de guerra; pero, para mí, fue el único momento de tranquilidad en todo el día. El único abrazo, la única sonrisa veraz, chicles sin azúcar cargados de alguna sustancia dulce que nos quitaban el hambre.

Tú no sabes que José González es mitad sueco y mitad argentino. Yo no lo he sabido hasta hoy. ¡Medio sueco! Qué irónica es la vida a veces, qué injusto para ti consolarme. No cabe el agradecimiento entre estas letras.
Esta mañana he estado escuchando canciones de ese hombre, aquel día nos reímos mucho de él, culpemos al pacharán. Suena realmente bien.
Nos vemos en Palencia, prometo lanzar los dardos con total normalidad.




lunes, 19 de noviembre de 2012

Bajo la lluvia

Que siga muchos años describiendo nuestras vidas con canciones:

domingo, 18 de noviembre de 2012

El instante


Ese momento de calma que precede a la tormenta, el mismo en el que aún no se conoce lo que pronto va a conocerse (pues la mayoría de las cosas terminan por ser conocidas aunque uno no quiera), ese en que no damos importancia al paso del tiempo, a pesar de advertirnos a cada instante de su finitud; el que no solemos valorar o valoramos poco. Ese es el preciso instante que echaremos de menos el resto de nuestros días.

Mientras nada se sabe, nada sucede, o sucede menos. Pero casi todo termina por conocerse, sólo es cuestión de que el emisor se entregue a la verborrea de lo que le inquieta, le ilusiona o le hace daño. Hablan los enamorados, los decepcionados, los felices y los fracasados. Los inconformistas y los reivindicativos, los bocazas y los comedidos. Sólo tienen que relajarse y dejar salir las palabras, una tras otra, como si al contarlo el mensaje perdiera peso y se tornara más ajeno, un peso llevado entre dos siempre es más liviano. Al receptor no suele quedarle más remedio que oír, ya no siempre escuchar, aunque casi siempre terminemos escuchando lo que el emisor intenta transmitir.

El conocimiento de un suceso lo cambia todo. Si el mensaje resulta revelar algo abrumador, el paso del tiempo, al que hace tan sólo un momento no dábamos valor, parece quedar suspendido en el contexto en el que nos encontramos, la gente que nos rodea pasa a ser un borrón, el cerebro trata de comprender lo que no siempre puede comprenderse, lo que acaba de convertirse en "un peso compartido".
Entonces, todo se transforma. Las prioridades, las opiniones, los momentos, las rutinas y las conversaciones. Puede sacar lo mejor o lo peor de nosotros, comenzamos a hacer cosas que nunca hubiésemos imaginado y a esperar lo que nunca habíamos esperado. El conocimiento es consecuente, revelador, concluyente, casi camaleónico. Tan generoso como egoísta, tan terrible como bello, tan constante como efímero. Y, a pesar de todo, la Tierra sigue girando.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Damien Rice- Grey room

But I've still got me to be your open door,
I've still got me to be your sandy shore,
I've still got me to cross your bridge in this storm,
and I've still got me to keep you warm.


jueves, 8 de noviembre de 2012

November rain

El pañuelo no esconde su entereza, se lo ata en la cabeza para que no dejar escapar las buenas ideas. La falta de expresión en su mirada la suple con el doble de sonrisas que tú puedas esbozar en una sola tarde. De los abrazos me encargo yo, para demostrar ya vive ella. Para darle una patada en el culo al destino y saltar el muro que ese cabrón quiso colocar entre ella y la felicidad, se entrena cada día. Baja a dar unas cuantas vueltas corriendo a ese parque de arena que tan feo nos parece a él y a mí. Pero sube contenta y, entonces, ese parque ya no nos resulta tan vulgar.


Me ha enseñado que vivir no debe ser, en ningún caso, un proceso automático; que la energía no se termina con una mala noticia, que subir una montaña puede producir la misma sensación de felicidad que un buen orgasmo, que los mejores momentos no nos los marca el resto, los fabricamos nosotros, que dar suele saber mucho mejor que recibir y que la vida no siempre es justa con las personas buenas.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Soledades

Tal vez sea aquella soledad temprana, que alimentó nuestra imaginación hace tiempo, nuestro punto de encuentro hoy.
Ya entonces sabía mirar detrás de tus ojos, era capaz de ver peces bucear en los océanos de tu niñez, de apreciar un matiz en las sonrisas que rara vez dibujabas, que no tenían los otros niños. Yo ya sabía que tu mundo interior era mucho más extenso que todo lo que nos rodeaba: cuadernos, lápices, pizarras, recreos, balones, peonzas y combas.

Una vez, te cogí la mano y te llevé a mi rincón favorito del patio. Intenté advertirte de lo que podría suceder cuando volviéramos a encontrarnos, pero ni tú supiste escucharme ni yo supe expresarlo. La cuestión es si ahora ya somos mayores, si ahora que he aprendido a expresarme, sabré explicarte lo que yo veía en ti cuando aún no habíamos rozado la pubertad, cuando las clases de inglés estaban patrocinadas por un pájaro que había dibujado nuestra profesora. Recuerdo que hicimos un concurso para ponerle nombre, tú ganaste. Falcon. Es posible que aún guarde el cuaderno donde está dibujado. En ningún momento me extrañó que se le diera el nombre que habías propuesto. Aquella noche se lo conté a mi madre, le dije que eras el niño más inteligente de la clase y que me gustaba el nombre.

Ahora que nos reencontramos es cuando me cuentas lo que ya sabía de ti y me hago la sorprendida. Ahora eres capaz de ver todos esos peces bucear en los océanos de tu juventud, de apreciar un matiz en las sonrisas, que rara vez esbozas, que no tienen otros jóvenes. Por fin te has dado cuenta de que tu mundo interior es mucho más extenso que lo que nos rodea: rutina, trabajos mal remunerados, fiestas, resacas, desconfianza y hastío.
Tal vez sea esta soledad mediana, que alimenta nuestra imaginación hoy, nuestro punto de encuentro mañana