jueves, 20 de diciembre de 2012

Cuenta a cero


Ahora que la niebla se ha ido y empieza a clarear, ahora que llega a su fin un año bien cargadito de mierda es cuando comienzo a entender que lo único a lo que me he dedicado estos últimos meses ha sido a ocupar mi cabeza con causas ajenas para no tener que resolver las propias.

No volveré a dar la cara por quien me ofrece la espalda. Descubrir que eres de cobre, frágil y maleable, para quien consideraste oro es duro, pero más duro es intentar alcanzar a nado a quien se deja arrastrar por la corriente.

Si bien es cierto que ha sido un año difícil, me ha servido para aprender algunas cosas. La soledad es el tiempo que transcurre mientras esperas una buena noticia, una bala de oxígeno en la oscuridad o un abrazo en una sala de espera; la paciencia es más extensa de lo que creía pero su fin desata tempestades endureciendo palabras que, de otro modo, habrían sido cercanas o amables. También tú deberías aprender que la amabilidad sin retorno se convierte en ira.
He aprendido que tomar el riesgo de atravesar el puente que nos separaba es una de las mejores cosas que he podido hacer, gracias por demostrarme que las noches también pueden medirse en besos.

Por eso he decidido poner el contador a cero antes del uno de enero, pues ahora me atrevo a mirar a los ojos de la verdad. Puede que la vida siga demostrándome que puede ser tan bella como hija de puta pero ya no me da tanto miedo, ahora soy mucho más capaz de verter los desdenes y los malos gestos al pozo de la rabia injustificada y aprecio un poco más el valor de quien no tiene precio.

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