Me conformaría con un par de abrazos bajo un cielo de lluvia o con compartir una de esas jarras de cerveza que sirven en el bar del futbolín iluminado por una lámpara roja. Me bastaría con que entendieras lo que quiero decir, pero aquí no tengo espacio para expresar con normalidad lo que siento y el teléfono al que tienes que responder cuando te llamo está girando sobre balda superior de la estantería de mi habitación, tan lejana como tú ahora mismo.
Soportar el peso de los propios errores es mucho más duro que cargar con los del resto y me duelen los hombros. Eso no altera el deseo de llenar tu ausencia con una presencia perpetua a mi lado, la tuya, enseñándome a desenredar los nudos que invento por miedo a que descubras lo que encierro. Me conformaría con otro encuentro en un andén lleno de gente vacía de vida y con tu luz formando una alumbrado de colores vivos sobre sus grises pensamientos.
Pero lo que me rodea esta tarde es un brumoso pasado en una ciudad que cada vez me es más ajena, repleta de personas que me hablan de cosas que no termino de entender, con un destino más incierto que el mío. El tiempo parece no avanzar aquí y temo acabar perdida por los pasillos que conforman este entramado si decido permanecer un día más encerrada entre sus laberínticos muros.