martes, 24 de agosto de 2010

La última pieza del puzzle.

Echar de menos jamás había dolido tanto. El consuelo de un reencuentro intenta anestesiar la ansiedad que pellizca mi alma, las horas vacías de besos, las noches tan llenas de sueños.
Miramos la luna, cada uno en su ventana, por eso de que nos alumbra la misma luz. Pero no consigo ver sus ojos reflejados en ella. No distingo ese verde tan marrón en su blancura.

Y, de manera inconsciente, me dedico a disparar palabras que quiebran su esperanza y desgastan, aún más, mi autoconfianza. No quiero romperle, sólo intento avisarle de que soy como una bomba de relojería. Nunca se cuando voy a explotar y esparcir mi metralla, pero lo que sí que conozco es la certeza que contradice esa tradición personal. Y es que cada vez está más cerca de cortar el cable adecuado para frenar de una vez por todas esta oleada de pensamientos que se suceden cual segundero de un reloj.

La espera es de valientes, y a veces me siento muy cobarde. Pero luego escucho su voz y me hago muy fuerte. Recarga mi energía pensar que volveremos a abrazarnos, a pintar las noches de sentimientos encontrados.

Cuando una prefiere no dormir porque la realidad es mejor que los sueños y mirar su cara es el mejor pasatiempo con el que rellenar las horas, empieza a pensar que quizás el puzzle está terminado.

2 comentarios:

  1. OOhh c`est le amour....jaja Esperar no es de valientes..es de...SUICIDAS!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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