viernes, 11 de marzo de 2011

Como Tony Soprano

No hay nada peor que te tomen por tonta (bueno, supongo que es peor que te tomen por ello y, además, serlo).

A veces ya no tengo del todo claro si es que relamente soy idiota o me toman por ello.
Pero el caso es que ahí he estado yo, sentada frente a alguien que intenta manejar mis movimientos y, lo que es peor, mis pensamientos. Alguien que no sabe ni lo que hago ni cómo pienso. Supongo que para llegar a manejar a una persona es esencial que primero tengas bastante información sobre su psico, no prejuzgar a la ligera. Pero les hay que se creen omnipotentes.
Ha hablado y ha hablado. Y, cuanto más lo ha hecho, más inverosímil me ha parecido la situación. Sutil en las amenazas, implacable en disfrazar de buenas maneras lo que son resentimientos estancados en malas experiencias.
Como Tony Soprano en el capítulo en que aconseja a su amigo de infancia que no juegue al póker, que le puede salir mal y nadie va a ayudarle cuando lo pierda todo. Dos sillas verdes y una mesa negra han separado el odio de la incredulidad, el desdén del interés, el póder de la impotencia que da tener que tragarte las palabras.

El tiempo me ha enseñado que a veces es preferible quedarse en bragas a ahogarse en pantalones y hoy no me ha quedado más remedio que bajármelos.
También me ha enseñado que quién no es demasiado feliz con su película no va a decorar la del resto, ¡no vaya a ser que resulte que le gusta más que la suya! Además, a esa gente, a la hora de la pena dos gin tonics no le sientan tan bien y, cuando ocurra, nunca seré yo quien le vaya a ofrecer el aire de la calle.

No sé para qué suelto tanta tontería si, en definitiva, sólo quería decir que cuanto más conozco a la gente más me gusta mi perro.

1 comentario:

  1. Es muy cobarde abusar del poder. Por cierto, tengo la impresión de que no te ha costado nada escribir esta entrada.

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