miércoles, 9 de marzo de 2011

Por lo menos en primavera

Adoro esos días en los que el invierno empieza a agonizar y deja paso al ligero calor. Sonrío más, me siento mejor.

Deberímos volver a la calle Hortaleza un día de estos, cuando llegue la primavera, a comprar unas nuevas narices de clown. Y llenarlas de buena energía, y cantar "shiwa" cuando nos las pongamos. Deberíamos hacer eso, y volver a bajar al parque de mi casa con las guitarras y las cervezas, y tocar hasta que salga algo realmente bueno, algo de lo que podamos sentirnos orgullosas. Luego, acercarnos al bar y brindar con un par de gin-tonics.

Ahora que la niebla se queda atrás y se nos abre un paisaje nuevo, podríamos coger mi peluca rosa y volver a "El penta" disfrazadas, en tu cumple. Y empezar a tumbarnos al sol, sentir su calor. O dejar que la energía de la tierra renueve la nuestra.
Molaría que viniera Estefanía con una caja de "calippos", como aquel verano, y reírnos de todo.

No se tú, pero yo pienso deshojar margaritas para adivinar si me quiere. Volveré a ponerme las gafas de sol y estrenaré la mochila que huele a cabra. Me obsesionaré con algún cantautor, ire a todos sus conciertos e intentaré entablar conversaciones poco grupies con él.

Deberíamos, también, volver a Quintana, coger las bicis, visitar todos los lugares donde hacíamos casetas cuando éramos niños y dejar una flor en cada uno de ellos, por él, que seguirá protegiéndonos y sonriendo desde donde quiera que esté. Podríamos intentar subir a esa que hicimos al lado de las vías, la más peligrosa, donde perdíamos las horas cuando aún no éramos conscientes de que las cosas malas también podían suceder. Y aprovechar para gritar sin que nadie nos oiga, soltar todo lo que aún no hemos soltado. Y, luego, aliviadas, volver por el camino de la estación y parar para mojarnos con los aspersores. Ir donde Julián, comprar unos melocotones y comernos la tarde. Tomarnos unas cañas en la terraza de Tulín, hablar con algún anciano con quien nunca hayamos hablado e intentar aprender algo bueno de él.
Y grabar algo, un corto veraniego. Uno alegre.
Por la noche, subir a la bodega, beber vino hasta olvidar que existimos y tumbarnos a mirar las estrellas, como cuando aún no habíamos quemado la inocencia.

Deberíamos intentar ser felices el mayor tiempo posible, decir "te quiero" a las personas a las que nunca se lo hemos dicho y empezar a hacer todas esas cosas que nunca nos atrevimos a hacer, que estamos muy reprimidos. El miedo es necesario para no perder el rumbo de nuestros sueños, pero no debemos dejar que nos paralice.
No lo hará, no podrá, somos invencibles. Por lo menos en primavera.

3 comentarios:

  1. Incluso se ha asomado una lágrima de melancolía y alegría

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo y te animo... no te pierdas ni un concierto de cantautores... En Girona en los próximos dos meses puedes difrutar de: Chaouen, Pons, Andrés Suárez...
    Y te recomiendo Diego Cantero (funambulista)

    Y gracias por escribir como lo haces.

    Un saludo

    Mario

    ResponderEliminar
  3. Sin palabras. Yo quiero sentir así...

    ResponderEliminar