En estos días tan poco amables he decidido hacerte un poco de caso y he pensado en la idea de que tal vez no se trate tanto de saber lo que se quiere sino, más bien, de dejar que lo que cada uno siente marque el camino de una vida que, al fin y al cabo, es lo único que tenemos en propiedad. Sueles tener razón.
Tal vez seamos más felices mañana, tal vez no. Tal vez cambien nuestros ideales, no lleguemos a ser quiénes soñábamos o, quién sabe, puede que, con el tiempo, tú termines editando un disco o yo recoja un premio de consolación de algún concurso de relato breve de un barrio. No importa dónde lleguemos, lo importante es que lo hagamos juntas, porque, así, lo bueno es mejor, y lo malo es menos malo.
Una vez me preguntaste por qué no borraba ciertas fotos y textos si tan malos recuerdos me traían. La respuesta fue sencilla: no podemos cambiar el pasado por mucho que intentemos borrarlo pero aún estamos a tiempo de modificar el futuro inexistente.
Siempre he querido guardar aquello y tenerlo bien visible para recordar qué cosas me han hecho ser como soy y quiénes me ayudaron a llegar dónde he llegado.
Gracias por no dejar que pierda de vista mis sueños, por hacer que me agarre fuerte a ellos. Gracias por sacar una sonrisa cuando no la hay, por guardar silencio cuando es mejor que crear cualquier tipo de sonido y por crearme melodías cuando éste es doloroso.
No quiero que esto termine por parecer un texto quinceañero, bien sabes que esos tiempos han quedado atrás y no es mi misión hacerte llorar.
Terminaré diciendo que hoy tengo veintitrés razones para escribirte esto. Veintitrés millares de días para seguir compartiendo historias contigo. Los mismos que para seguir viajando, creando, caminando, imaginando, luchando, riendo o llorando. Para seguir creciendo. Espero que los veintitrés te traigan mejores cosas que los veintidos, aunque se que va a ser difícil de conseguir, intentaré poner mi granito de arena.
El resto, ya lo sabes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario