No había roto un plato hasta que me cargué la vajilla entera, pero tampoco había puesto nombre a un sentimiento hasta que te conocí. Las cosas que no tienen retorno suelen ser las que más asustan, pero también las que más gustan. Por eso es tan emocionante eso de no saber qué plato será el primero que romperás, porque, una vez hayas roto cuatro o cinco y todos los pedazos estén esparcidos por el suelo, no va a haber manera de volver a reformar ni uno sólo de ellos. Es un riesgo pero, bajo mi punto de vista, en ocasiones es un alivio saber que hay cosas que no van a poder volver a ser lo que fueron.
También es verdad que, cuando era niña y me tiraba por un tobogán de cabeza, no pensaba que pudiera dejar los dientes contra el suelo (afortunadamente, no llegó a ocurrir). Sin embargo, ahora no lo haría ni con cinco copas de más. La autoprotección es buena hasta cierto punto. Porque mi problema es que ya no sé deshacerme del escudo que, aún no se cuándo, empecé a llevar conmigo.
Y eso no rompe nada, pero lo jode todo.
Y lo peor es que, como escudo, tampoco protege mucho...
ResponderEliminarYo también busco el equilibrio entre la valentía y la idiotez. Pero sí, "en ocasiones es un alivio saber que hay cosas que no van a poder volver a ser lo que fueron" :)