jueves, 9 de junio de 2011

Momentos

Pensar en alto no suele ser la mejor opción. Puede resultar tranquilizador cuando estás en casa, ordenando papeles, regando las plantas, o sintonizando los canales de la tele. Te acompañas a ti mismo, te animas, te cabreas, insultas a los electrodomésticos...Son cosas que, quieras que no, desestresan. Pero hay lugares y momentos en los que la gente debería controlarse. Por suerte o por desgracia, les hay que no disponen de ese registro mental previo a decir lo primero que se les pasa por la cabeza. Y digo "por suerte o por desgracia" porque, ¿qué sería de nosotros sin esos momentos en los que alguien lanza una bomba comunicativa cuando no debería? Ese silencio, espeso, que se forma hasta que explota dicha bomba, unas veces en forma de carcajadas, otras en forma de bronca, siempre es incómodo. El problema viene cuando la bomba no explota y el silencio se alarga. Y el que ha soltado lo que le dictaba el subconsciente no deja de pensar "que alguien diga algo, por favor", y no llega a ocurrírsele que, tal vez, lo mejor sería que lo dijera él, porque el resto ya se ha quedado sin palabras.

A todos nos ha pasado. Está el típico caso de la mujer gorda a la que le preguntas de cuántos meses está, el de calentarse en una discusión y decir algo que no viene a cuento, el de declararse a un homosexual...Son cosas de las que te arrepientes. Ya no sólo después de decirlas. Muchas veces, mientras las dices, la intuición enciende una alarma, te dice que la estás cagando, que te calles cuanto antes, que aún estás a tiempo de quedar bien. Pero tú sigues, porque una extraña fuerza, que no se sabe muy bien de dónde sale, te impide frenar la verborrea.
Por fin, cuando sabes que todo está acabado, que has cruzado la línea y vas a pasar uno de los momentos más bochornosos de tu existencia, te metes las manos al bolsillo, desvías la mirada a cualquier otro lugar que no sea el rostro del que tienes en frente y esperas el chaparrón.
Hay que decir que el papel de la otra persona tampoco es fácil. El otro sabe que te has arrepentido de lo que acabas de decir y tiene que explicarte, en el primer caso que no está embarazada, en el tercero que es homosexual, intentando restar un poco de ridículo a tu situación, sintiéndose fatal por no poder restarlo.
Peores son los casos en los que hay una tercera persona presenciando el momento. Como esa persona no tenga pelos en la lengua, aprovechará cualquier momento serio para contárselo a quien sea. A tus amigos, a tu familia, incluso a gente que acabas de conocer. Siempre y cuando estés tú presente porque, si no, perdería la poca gracia que pueda tener.

Momentos incómodos que todos hemos vivido y que rezamos por no volver a vivir. Tendremos que empezar a contar hasta diez antes de hablar. Y, si diez no bastan, hasta que se nos quiten las ganas de vomitar, verbalmente hablando, lo que tantas cosquillas le hace a nuestra curiosidad.

2 comentarios:

  1. Tienes toda la razón. Es más, estos momentos suelen suceder desafortunadamente en compañía de terceras personas por eso a veces, lo mejor es guardar silencio. Ya sabes

    http://www.youtube.com/watch?v=qwLIPDQKtAA

    PD: mañana me toca demostrarlo en un cara a cara y sino, salir del mal trago como pueda :)

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  2. Joder, yo nunca le he declarado mi amor a una lesbiana... XD
    A veces también metes la gamba cuando te callas. No quedas mal ante nadie, pero siempre pensarás, que habría pasado si...

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