Estaba todo sin estrenar, tan nuevo como una vela que no se ha encendido, como la manzana del pecado original, como si nadie hubiera pasado por allí cientos de veces antes.
Y aunque la realidad fuera que muchos otros habían disfrutado ya de sus rincones, yo no había saboreado la libertad que traía envasada al vacío en una maleta más llena de esperanza que de nostalgias. Por aquel entonces, no sabía que estar rodeada de gente que no conocía fuera a sentarme bien, ni que las cosas que hasta entonces me hacían daño, dejarían de doler.
Poco a poco, las sonrisas empezaron a adornar los días, y los paseos, las noches. Pero no todo resultó tan sencillo como pueda parecer, tuve que llorar para saber lo que era reír y tuve que enfrentarme al miedo para conocer la tranquilidad.
Fue así como fui dejando el pasado en un escaparate y así es como, de vez en cuando, vuelvo hasta él para observarlo. Es entonces cuando me doy cuenta de que hace mucho que dejé de echarte de menos y que se han abierto nuevas heridas, pero alguien las suturará con el hilo que debería haber cerrado las tuyas.
Genial :)
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