martes, 27 de septiembre de 2011

Como otro cualquiera

Caminaba sin zapatos. Algunos le miraban con lástima, pero esquivar los cristales siempre le había resultado más divertido que pisarlos teniendo la seguridad de que no se le iban a clavar en la planta de los pies.
Perseguía sueños, coloreaban sus mejillas de un rojo y frío diciembre. Corría tras ellos descalzo y contento, confiando en su capacidad para cazarlos. Un día atrapó uno y se deshizo en sus manos. Comprendió, así, que los sueños que antes se cumplen son los que se pierden primero.

Bailaba con las sombras, a veces conocidas, otras anónimas transeúntes de aceras y hierba, de aguas y arena. Nunca se atrevió a decirle a nadie que las que más le gustaban eran las que llevaban flores en el pelo y dejaban mecer su melena al viento.

Hablaba con niños y viejos, se enfadaba con la gente que intentaba regalarle chanclas, playeras o mocasines y creó una pantalla a su alrededor que no dejaba pasar las voces de los que le llamaban loco.

Dibujaba estrellas, de todos los tamaños y colores, en paredes y en papel. Poseía su brillo y no sospechaba ser una de ellas, pero todos lo sabían, lo que generó decenas de envidias tumorales, la felicidad ajena es algo que a pocos logra contentar y aún a menos consigue contagiar.

No tenía dinero, se había gastado hasta la última moneda viviendo de nube en nube, y todo lo que llegó a robar fueron helados de pistacho.
Adoraba disfrazarse, algunos días de infeliz, otros de cobarde, a veces de persona normal. Con poco atavío pero con mucha expresión. Tenía una boina que se colocaba del revés cuando quería burlarse de los muertos de oficina, unas gafas con medio cristal y un collar de caracolas. Tenía tu edad o la mía, pero otras rutinas.

 Siempre sonreía. (...)

lunes, 26 de septiembre de 2011

Probabilidad

Siempre quisiste vivir en un mundo en el que todo fuera posible pero, aunque sabías que nada era imposible, no tuviste en cuenta que todo era improbable y me cansé de verte queriendo lo que no debe quererse por no ser querido el momento en el que deben quererse ciertas cosas. Habría sido mejor querer lo que tenías que querer, unas manos que no fuesen a soltar las tuyas en pleno vuelo, mirar sin miedo, besar con rabia, reír con ganas, dejarte sorprender, asumir ciertos riesgos, abandonar la manía de mezclar la ropa blanca con la de color y empezar a sincerarte contigo misma.


Sin embargo, no lo hiciste, no lo haces y, algún día, cuando todo haya pasado, te darás cuenta de que la espera no sirvió de nada y que el calor que esperabas a penas fue una ilusión del frío que recibiste.
A nadie le gusta dormir con su enemigo, a no ser que esté dispuesto a sufrir, pero quién te va a advertir a ti, que llevas años mezclando sentimiento y apatía, de que compartes lecho con el mismo diablo. Nadie es quien dice ser, ni llega a ser lo que cree ser.
Ese día, te odiarás por haber malgastado el amor que ahora ilumina tus ojos cuando te rozan otras manos, pero sentirás alivio. Alivio por haber dejado atrás unos días que hoy te parecen muros inquebrantables, alivio por mirar atrás sin fingir las sonrisas.

Algún día usarás la comprensión como arma blanca y me herirás de gravedad.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Pétalo de sal


Furioso pétalo de sal
la misma calle, el mismo bar,
nada te importa en la ciudad si nadie espera.
Ella se vuelva carmesí
no se si es Baires o Madrid,
nada te importa en la ciudad si nadie espera.
Y no es tan trágico mi amor,
es este sueño, es este sol,
que ayer pareció tan extraño,
o al menos tus labios.

Yo te entiendo bien,
es como hablarle a la pared
y tú podrías darme fé.

-Fito Páez-

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Las cosas por su nombre

Deberías empezar a pensar que, tal vez, lo que está ocurriendo no es que estén acudiendo todas las cosas malas a tu absurda y prescindible existencia, sino que eres el origen del mal. Has sido tan salvaje con la gente que ahora nadie quiere devolverte ni una de las cosas que no llegaste a hacer por no perder el culo de un trono de papel.
En el fondo lo sabes, te creaste un séquito de enemigos que aplaudían tus rabietas mientras pensaban lo bien que te quedaría una puntilla en la nuca, pero tú siempre altiva, no fueras a pensar que no eras ni menos ni más que nadie.

Ahora sangras por la espalda y te sientes cansada, pero no vas a volver la cabeza para mirar atrás, no sea que veas venir las cuchilladas.
Deberías aprender a llorar y empezar a lamer sus pies, no merecen menos.
Deberías saber que lo típico no gusta y que tú eres muy vulgar.

martes, 20 de septiembre de 2011

domingo, 11 de septiembre de 2011

Ahora veo la luna


Recuerdo haber sobrevolado tu tejado, haber pisado el aire que algún día respiramos, haber hablado con los gatos, haber hecho pedazos el cristal de tu ventana, haber quemado la cama, la piel y algún que otro sueño.
Recuerdo tus manos de piedra queriendo moverse y mis labios de hielo dejando resbalar lo que nunca llegué a decir. La ropa en la silla, la música sonando desde el salón, tu cartera en la mesa, mi amor en el suelo.

He olvidado alguna mañana, lo peor de lo malo y lo mejor de lo bueno, pero he guardado lo que ya no duele. Estaciones, reencuentros, despedidas sin besos. Consuelo e ilusión a partes iguales, relojes sin pila que no contaban las horas que quedaban para cogerte la mano, un par de películas sin terminar, tu olor en la habitación.
Te dejo el deseo no deseado, las noches con mi oculta sombra y los besos sin ganas. Los clavos oxidados del cajón, las excusas que arruinan los días y la mirada al pasado.

martes, 6 de septiembre de 2011

En saco roto

Hay cierto tipo de personas a las que voy metiendo en un saco. Llevo unos cuantos años haciéndolo y es posible que algún día termine por llenarse. Cuando eso suceda, lo anudaré bien y lo tiraré al primer río que vea. Está claro que, para cada uno de nosotros, ese tipo de personas tiene diferentes cualidades. A mi saco, entre muchos otros, han ido cayendo horteras, vanidosos, cobardes, hipócritas, todos aquellos que se dejan llevar por río social en el que algunos intentamos nadar a contracorriente, y los retorcidos que inventan más que hablan. Aunque seguramente ellos no piensen lo mismo y, si tuvieran un saco, se irían deshaciendo de los que encajan en mi definición de buena gente.
Todo es relativo, y que a mi me parezca estupendo que quieras pintar conmigo las paredes de mi casa mientras me dejes elegir el color, no quiere decir que tú no puedas preferir que yo lleve el color a la tuya y pintemos con tus rodillos.

Pero vamos a dejarnos de rollos metafóricos, esto viene a que si tú fueras un poco menos gilipollas es muy posible que no estuvieses metido en el saco del que vengo hablando. Si no te hubieras dejado llevar por la ira del momento, si no hubieras pateado más de un mueble y más de dos, si no hubieses tenido ciertas alucinaciones visuales y auditivas, estoy completamente segura de que seguiríamos bebiendo cervezas y compartiendo libros, inventando frases y matando días. Pero saliste rana y resultaste ser uno de los desequilibrados mentales más histriónico que he conocido. Mira que te dije que perder el equilibrio, de vez en cuando, no viene mal pero, como en toda balanza, cuando el que vence es el lado malo, terminas por caer al saco.
Es una lástima que esté tan lleno y no pueda rescatarte. Es tanta gente la que hay ahí dentro que me aterra la idea meter el brazo y terminar mintiendo a gritos que me han arrastrado, por error, hasta allí.