
Recuerdo haber sobrevolado tu tejado, haber pisado el aire que algún día respiramos, haber hablado con los gatos, haber hecho pedazos el cristal de tu ventana, haber quemado la cama, la piel y algún que otro sueño.
Recuerdo tus manos de piedra queriendo moverse y mis labios de hielo dejando resbalar lo que nunca llegué a decir. La ropa en la silla, la música sonando desde el salón, tu cartera en la mesa, mi amor en el suelo.
He olvidado alguna mañana, lo peor de lo malo y lo mejor de lo bueno, pero he guardado lo que ya no duele. Estaciones, reencuentros, despedidas sin besos. Consuelo e ilusión a partes iguales, relojes sin pila que no contaban las horas que quedaban para cogerte la mano, un par de películas sin terminar, tu olor en la habitación.
Te dejo el deseo no deseado, las noches con mi oculta sombra y los besos sin ganas. Los clavos oxidados del cajón, las excusas que arruinan los días y la mirada al pasado.
Me encanta, qué exacto... y qué impotencia
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