martes, 4 de octubre de 2011

Cambio

Te estaré esperando donde siempre, sentada con las manos pilladas bajo las piernas, con la esperanza rozando tus labios, sabiendo que no vas a pasar por allí, que no has vuelto a pasar. Al caer el sol, llegará el frío y tal vez pase algún perro callejero o un niño buscando su balón.

Miraré los aviones y recordaré los viajes que no hicimos, las promesas que incumplimos, los abrazos que el aire recogió cuando el tiempo dictaminó poner tierra de por medio entre una historia con más olor a rancio que a nuevo y un futuro más vivo que el presente.
Llevaré el cuaderno que me regalaste y arrancaré, una por una, sus hojas, escritas con las verdades que nunca llegarás a leer porque jamás quisiste saber nada de las noches que pasé en la puerta de tu casa esperando un cambio. Un cambio que no sucedería en ese decrépito portal, sino en cualquier parte en la que no estuvieras tú, con una persona capaz de sonreír a mi tristeza y devolverme los abrazos que el aire me robó. Pero yo no lo sabía.
Recordaré la navidad de las luces y los besos robados, la de la mentira cogiendo mi mano, la misma del bosque de luna y sol.

Antes de irme, creeré verte entre las sombras que dibuje mi imaginación, pero no acudiré a nuestro ficticio encuentro porque habré estado esperándote por costumbre, como por costumbre te quería y, como por costumbre, te olvidé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario