jueves, 8 de marzo de 2012

Get back

No podemos calcular en qué momento vamos a dejar de pensar en una persona, lo percibimos mucho después. Tal vez una mañana de junio, mientras leemos una absurda noticia en el periódico y los rayos del sol ya han calentado nuestro zumo de naranja, fijamos la vista en la ventana, - qué sucios están los cristales, debería limpiarlos. Hoy no, tengo mucho qué hacer y en la radio han dicho que mañana lloverá. La semana que viene aprovecho, cuando Paco se vaya de congreso a Sevilla - y entonces, justo entonces, cómo cualquier otro pensamiento intrascendente, llega ese que trae consigo la desazón que consumirá la energía que nos ha dado el café -¿cuándo dejé de pensar en esa persona?-. 
Jamás sabremos con certeza qué día decidió terminar el olvido con esa ficticia presencia que tanto tiempo nos acompañó en nuestra casa, nuestro coche o nuestra cama. ¿Cuándo desapareció esa sombra que se sentaba al otro lado del sofá, que nos compró un helado cuando éramos niños, nos besó al lado del río mientras el resto del pueblo dormía, o nos llamó "mamá"; de nuestro lado? Nos estremece que lo imprescindible se haya tornado tedioso y vulgar, nos avergüenza haber permitido que esa presencia, que un día fue real y luego pasó a ser fingida, se haya evaporado. Otras veces, sentimos cierta culpa sucesiva al alivio de habernos librado, por fin, de esas horas de insomnio no merecido, lágrimas no recogidas y esperas sin reencuentro.
Celebramos, pues, que dicho espectro nos haya devuelto el libre albedrío, haber soltado el lastre que supone perder el tiempo intentando retener en nuestra memoria los retazos de un recuerdo que se fue sin avisar.

1 comentario:

  1. Qué ganas de muchos olvidos. De pocas personas pero para siempre. Y del olvido de muchas mentiras (aludiendo a tu siguiente entrada ;)), siempre tan vivas, tan reales, tan demasiado cercanas.
    Qué ganas de buenas letras, y novedades, y formas de actuar que no sean las de siempre.
    Un beso, me alegro de leerte!

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