Es justo hoy cuando llegan noticias de África y, con ellas, el recuerdo de unos días que alteraron mi rutina hasta el punto de no saber muy bien si estaba viviendo mi vida. El sol de este cálido agosto me lleva a imaginar el lugar en el que te encuentras, el safari que nunca haremos.
Se mezclan en mi mente "Casablanca", "El Rey León" y "Ébano", el restaurante etíope, un gorro amarillo, un par de velas, las coincidencias que me llevaron a ti: cuatro. Un veinticinco de diciembre recorriendo La Castellana con el tiempo entre unas manos que no se atreven a juntarse demasiado, por aquello de no empeorar el futuro tan inmediato y precoz que enero traería consigo, el peso del recuerdo, de lo que pudo haber sido, de lo que quién sabe si algún día será. La puerta de Alcalá, un torpe beso de despedida en el metro.
"Volveremos a vernos" como dos extraños que algún día se juntaron en un bar lleno de alfombras, incienso y confidencias (tal vez resulte mucho más fácil contar lo que no sueles a un completo desconocido), con las mismas vidas marcadas por nuevos acontecimientos y alguna que otra variación en las ideas, con los ojos brillantes y la ilusión en los labios, con la realidad de un país que nos trae más pena que gloria, con momentos que no se han dibujado, pero intentando pintar un futuro mejor.
Se te olvida sin duda, un viaje en avión sobrevolando un paraíso natural, con una banda sonora de enamorar... sensaciones que despiertan, no solo Rober Redford y Meryl Streep, sino relaciones fugaces e intensas como la que describes.
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