Benditas sean las raras excepciones,
los moratones de los vulnerables,
los labios que aprovechan los rincones,
más olvidados, más inolvidables,
benditos sean, benditos sean.
Los santos milagrosos, los gordos cariñosos,
los locos que se creen Napoleones,
las pálidas lesbianas, los dulces maricones,
los mocos de la gente con ventanas,
los tuertos que no quieren ver visiones,
los muertos que se mueren con las ganas.
Benditos sean los ceros a la izquierda,
los que nacieron en ningún lugar,
los de viva Zapata manque pierda,
las damas que se llaman Soledad,
El sable del sablista, la caries del dentista,
los buenos aires, los malos maridos,
las drogas veniales, la sopa del cocido,
los listos que parecen subnormales,
los que pudieron ser y no han querido,
los descendientes de los animales.
Malditos sean los justos, los sumisos,
los que tiran penaltis de cabeza,
los que para mear piden permiso,
los súbditos del dios de la certeza,
los que adornan las notas de sus hijos,
los probos ciudadanos, los niñatos,
los que follan con red y a plazo fijo,
los canallas que nunca han roto un plato.
Maldita sea la voz de la experiencia
que casi se equivoca a media suma,
la pipa de la paz con la conciencia,
los "oiga, que en mi taxi no se fuma",
los que se mojan poco cuando llueve,
los que sonríen en las fotografías,
los que progresan porque no se mueven,
los de la escandalosa mayoría,
malditos sean, malditos sean.
Benditos sean las rubias calentonas
que se emocionan por pasar el rato,
los tímidos que salen respondonas,
la mancha en la bragueta del beato,
benditos sean, benditos sean
los farias con saliva, los gallos de las divas,
los callos de las piernas de las cojas,
las amapolas rojas, la abuela en San Fermines,
los récords que no salen en los Guiness,
los cínicos que lloran en los cines,
los trévoles de tres o cuatro hojas,
las enfermeras que suben la fiebre,
las tetas de pezón hospitalario,
los gatos de no dan gato por liebre,
los misterios gozosos del rosario,
la novia del torero, los bronquios del torero,
los tristes que se rien de la tristeza,
los ricos sin dinero, los vagos con peraza,
los últimos que llegan los primeros,
los calvos que se quitan el sombrero
ante la dignidad y la belleza.
Malditos sean los tontos con medallas,
los hijos de mamita, los chivatos,
los candidatos (cierra la muralla),
la letra pequeñita del contrato,
los alcahuetes del polvote ajeno,
la diabetes, el sida, los viejos,
los sorbetes de bilis con venero,
los que aplauden al príncipe de hinojos,
los cuentos de las cuentas al contado
los tipos de interés, los finiquitos,
los que jubilan a los jubilados,
los talibanes del último grito,
los que se pasan nunca de la ralla,
los mamporreos de la simetría,
los que exhiben el móvil en la playa,
los que hacen trato con la policía,
malditos sean, malditos sean.
-Joaquín Sabina-
jueves, 29 de noviembre de 2012
lunes, 26 de noviembre de 2012
Sinsentidos consentidos
Dicen que mi futuro eres tú y yo aún no comprendo el sentido de la vida, que todo lo que tiene solución termina por arreglarse y que lo que es susceptible de empeorar, lo hace. Dicen que todo lo que damos nos es devuelto, que la energía ni se crea ni se destruye pero no veo que nada se transforme.
Me siguen doliendo las mismas cosas y me sigue maravillando tu manera de transmitir optimismo, sigo temiendo depender de algo o de alguien pero sigo deseando hacerlo.
Dejo evaporar las palabras no dichas, me guardo el corazón en ese lugar que ni tú ni yo conocemos hasta que decide escapar hacia ese otro lugar en el que se convierte en algo vulnerable y miserable, a partes iguales, para volver magullado a revolcarse entre las letras que me obliga a escribir.
Querer abarcar mucho es como no amarrar nada y terminar perdiéndose en preguntas sin respuesta es una solución indeseable. Refugiarse en canciones dolorosas y curativas, rebobinar en VHS, aceptar que nunca terminaré de comprender nada, y entender que tener prisa por acabar con lo que aún no ha comenzado es como intentar respirar debajo del agua.
Me siguen doliendo las mismas cosas y me sigue maravillando tu manera de transmitir optimismo, sigo temiendo depender de algo o de alguien pero sigo deseando hacerlo.
Dejo evaporar las palabras no dichas, me guardo el corazón en ese lugar que ni tú ni yo conocemos hasta que decide escapar hacia ese otro lugar en el que se convierte en algo vulnerable y miserable, a partes iguales, para volver magullado a revolcarse entre las letras que me obliga a escribir.
Querer abarcar mucho es como no amarrar nada y terminar perdiéndose en preguntas sin respuesta es una solución indeseable. Refugiarse en canciones dolorosas y curativas, rebobinar en VHS, aceptar que nunca terminaré de comprender nada, y entender que tener prisa por acabar con lo que aún no ha comenzado es como intentar respirar debajo del agua.
jueves, 22 de noviembre de 2012
José González
Aquel día descubrimos a José González, versionaba "Teardrop" de Massive Attack y discutimos brevemente acerca de quién interpretaba aquella canción. Shazam nos sacó de dudas, a veces los avances tecnológicos sirven para algo más que para el desencuentro. Era José González.
Dos pacharanes y una cerveza. Risas y ganas de llorar. Palabras optimistas frente a la derrota. Te acercaste a la barra y pediste unos dardos al camarero. Me invitaste a jugar con la intención de entretenerme, pero esos dardos se convirtieron en piedras al tocar mis dedos y comencé a lanzarlos como si la diana fuera la culpable de la carencia de paz en el mundo o de cualquier otro mal, como si al romper alguna de aquellas plumas algo fuera a cambiar. Quise gritar pero no pude. Casi te gano.
Hacía frío, en Palencia siempre lo hace, y el mismo borracho de siempre cruzaba desde la barra hacia el baño sin miedo de ser alcanzado por alguno de nuestros proyectiles en esa noche de guerra; pero, para mí, fue el único momento de tranquilidad en todo el día. El único abrazo, la única sonrisa veraz, chicles sin azúcar cargados de alguna sustancia dulce que nos quitaban el hambre.
Tú no sabes que José González es mitad sueco y mitad argentino. Yo no lo he sabido hasta hoy. ¡Medio sueco! Qué irónica es la vida a veces, qué injusto para ti consolarme. No cabe el agradecimiento entre estas letras.
Esta mañana he estado escuchando canciones de ese hombre, aquel día nos reímos mucho de él, culpemos al pacharán. Suena realmente bien.
Nos vemos en Palencia, prometo lanzar los dardos con total normalidad.
Dos pacharanes y una cerveza. Risas y ganas de llorar. Palabras optimistas frente a la derrota. Te acercaste a la barra y pediste unos dardos al camarero. Me invitaste a jugar con la intención de entretenerme, pero esos dardos se convirtieron en piedras al tocar mis dedos y comencé a lanzarlos como si la diana fuera la culpable de la carencia de paz en el mundo o de cualquier otro mal, como si al romper alguna de aquellas plumas algo fuera a cambiar. Quise gritar pero no pude. Casi te gano.
Hacía frío, en Palencia siempre lo hace, y el mismo borracho de siempre cruzaba desde la barra hacia el baño sin miedo de ser alcanzado por alguno de nuestros proyectiles en esa noche de guerra; pero, para mí, fue el único momento de tranquilidad en todo el día. El único abrazo, la única sonrisa veraz, chicles sin azúcar cargados de alguna sustancia dulce que nos quitaban el hambre.
Tú no sabes que José González es mitad sueco y mitad argentino. Yo no lo he sabido hasta hoy. ¡Medio sueco! Qué irónica es la vida a veces, qué injusto para ti consolarme. No cabe el agradecimiento entre estas letras.
Esta mañana he estado escuchando canciones de ese hombre, aquel día nos reímos mucho de él, culpemos al pacharán. Suena realmente bien.
Nos vemos en Palencia, prometo lanzar los dardos con total normalidad.
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Experiencias,
Pensamientos,
Sinsentidos
lunes, 19 de noviembre de 2012
domingo, 18 de noviembre de 2012
El instante
Ese momento de calma que precede a la tormenta, el mismo en el que aún no se conoce lo que pronto va a conocerse (pues la mayoría de las cosas terminan por ser conocidas aunque uno no quiera), ese en que no damos importancia al paso del tiempo, a pesar de advertirnos a cada instante de su finitud; el que no solemos valorar o valoramos poco. Ese es el preciso instante que echaremos de menos el resto de nuestros días.
Mientras nada se sabe, nada sucede, o sucede menos. Pero casi todo termina por conocerse, sólo es cuestión de que el emisor se entregue a la verborrea de lo que le inquieta, le ilusiona o le hace daño. Hablan los enamorados, los decepcionados, los felices y los fracasados. Los inconformistas y los reivindicativos, los bocazas y los comedidos. Sólo tienen que relajarse y dejar salir las palabras, una tras otra, como si al contarlo el mensaje perdiera peso y se tornara más ajeno, un peso llevado entre dos siempre es más liviano. Al receptor no suele quedarle más remedio que oír, ya no siempre escuchar, aunque casi siempre terminemos escuchando lo que el emisor intenta transmitir.
El conocimiento de un suceso lo cambia todo. Si el mensaje resulta revelar algo abrumador, el paso del tiempo, al que hace tan sólo un momento no dábamos valor, parece quedar suspendido en el contexto en el que nos encontramos, la gente que nos rodea pasa a ser un borrón, el cerebro trata de comprender lo que no siempre puede comprenderse, lo que acaba de convertirse en "un peso compartido".
Entonces, todo se transforma. Las prioridades, las opiniones, los momentos, las rutinas y las conversaciones. Puede sacar lo mejor o lo peor de nosotros, comenzamos a hacer cosas que nunca hubiésemos imaginado y a esperar lo que nunca habíamos esperado. El conocimiento es consecuente, revelador, concluyente, casi camaleónico. Tan generoso como egoísta, tan terrible como bello, tan constante como efímero. Y, a pesar de todo, la Tierra sigue girando.
jueves, 15 de noviembre de 2012
Damien Rice- Grey room
But I've still got me to be your open door,
I've still got me to be your sandy shore,
I've still got me to cross your bridge in this storm,
and I've still got me to keep you warm.
I've still got me to be your sandy shore,
I've still got me to cross your bridge in this storm,
and I've still got me to keep you warm.
jueves, 8 de noviembre de 2012
November rain
El pañuelo no esconde su entereza, se lo ata en la cabeza para que no dejar escapar las buenas ideas. La falta de expresión en su mirada la suple con el doble de sonrisas que tú puedas esbozar en una sola tarde. De los abrazos me encargo yo, para demostrar ya vive ella. Para darle una patada en el culo al destino y saltar el muro que ese cabrón quiso colocar entre ella y la felicidad, se entrena cada día. Baja a dar unas cuantas vueltas corriendo a ese parque de arena que tan feo nos parece a él y a mí. Pero sube contenta y, entonces, ese parque ya no nos resulta tan vulgar.
Me ha enseñado que vivir no debe ser, en ningún caso, un proceso automático; que la energía no se termina con una mala noticia, que subir una montaña puede producir la misma sensación de felicidad que un buen orgasmo, que los mejores momentos no nos los marca el resto, los fabricamos nosotros, que dar suele saber mucho mejor que recibir y que la vida no siempre es justa con las personas buenas.
Me ha enseñado que vivir no debe ser, en ningún caso, un proceso automático; que la energía no se termina con una mala noticia, que subir una montaña puede producir la misma sensación de felicidad que un buen orgasmo, que los mejores momentos no nos los marca el resto, los fabricamos nosotros, que dar suele saber mucho mejor que recibir y que la vida no siempre es justa con las personas buenas.
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