viernes, 3 de junio de 2011

Standby me

Intentar escapar de la rutina cuando no existe es algo bastante paradójico y con tendencia al desconcierto de cualquiera que lea estas patéticas líneas. Pero es lo que intento hacer, cosas diferentes con gente diferente aunque, por desgracia, nada de eso abunde en las calles de Madrid.
Llevo semanas intentando escapar de algo que no es real, de una vulgar rutina, de un nosaberquéhacerconlavida, que hasta al más simple de los mortales asustaría.

El problema es que, por más que recorro los rincones de mi mente buscando el botón de apagado mental, de desconexión terrenal, no lo encuentro. Quizás la cuestión no sea tanto buscar ese interruptor sino, más bien, encontrar aquello que consiga sumergirme en un disciplinado caos. Eso que me arrastre de vuelta al camino que se ha ido difuminando durante estos últimos meses.

Echo la vista atrás y, por un momento, viajo a los tiempos en los que las promesas se hacían juntando las puntas de los dedos índices. Aquellos en los que lo que más miedo me daba era mirar bajo mi cama en plena noche. Los mismos en los que se decidía quién se la quedaría al escondite mediante la ruleta rusa de la mano acusadora de aquel que rifaba, entonando una canción infantil, quizás, tratando de endulzar la situación, mientras cada uno de nosotros, en corro, rezábamos por no ser los elegidos para tener que contar hasta cien y salir a buscar al resto en plena noche. Incluso todo aquello me resulta hoy más justo que cualquiera de las cosas que vienen sucendiendo ultimamente.

Ahora mismo, me conformaría con ir a ver una lluvia de estrellas, con tumbarme en la hierba en plena noche mientras miro todos esos meteoritos chocar contra una atmósfera cada vez menos impenetrable y no pensar en nada.
Pero aquí no brillan otras que no sean las de mi habitación, aquí sólo he podido ponerle tu nombre a esa que está a punto de despegarse. Y no dejo de pensar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario