Verás, haremos una cosa. Yo no te correspondo, tú no me correspondes, y todos contentos.
Quizás así sea más fácil desplegar las alas para estamparse en cualquier lugar. Quizás no.
De cualquier manera, en otro tiempo te habría querido. No te miento. Lo habría hecho de esa manera tan tonta con la que hago las cosas más sencillas como lavarme los dientes con la mano izquierda, pintarme los labios antes de lavarme los dientes o buscar la parte fría del colchón en las noches de verano.
Antes no era tan difícil querer. Sin miedo. Yo quería sin miedo.
No es que hiciera promesas. Nunca me han gustado, por eso de no cumplirlas y decepcionar. O, mucho peor, por eso de que no las cumplieran. Pero quería. Y habría resultado tan fácil quererte entonces, cuando no había cicatrices que proteger, ni complejos que esconder, ni caras que olvidar.
Ahora todo duele menos, aunque tan sólo sea porque no dejo que las cosas me afecten demasiado. Si no me mojo no tengo que secarme. No sé si me entiendes. Sí, ya sé que es idiota hacer eso, que no tiene escusa. Pero así como tú usas mecanismos de defensa de tipo transferencia, sublimación y demás rollos psicológicos, yo utilizo la negación. Si me lo niego, me lo creo. No se engañar al resto, pero a mi me engaño que da gusto.
Te habría escrito cuatro versos, ni uno más. Mal escritos y sinceros. Con sentido y sin paraguas.
Te habría dado cada una de mis noches, con su luna y sus estrellas. Con mis velas y tus sueños.
Te habría contado mis idas y venidas, habría escuchado las tuyas. Si me esfuerzo, hasta puedo verte sonreir. Sé que habrías sonreído. Con esa sonrisa que pones cuando te pido que me lleves al mar, a ver algún amanecer. La misma que pones cuando me ves llegar.
Entoces te habría besado. Sin prisa unas veces, a quemarropa otras. Sin contrato, con calor, incendiando portales.
Habríamos inventado alguna que otra historia sobre cualquier persona que hubiéramos visto viajando en el metro. Habríamos decorado mi habitación, le habríamos puesto hasta nombre.
Nos habríamos tumbado en silencio al sol, dejándonos querer.
Pero no puedo darte esos versos, ni esas noches, ni esos besos. Ni inventar, ni decorar, ni dejarme querer.
Mejor no correspondernos. No me quieras, no quiero quererte. O no puedo. Ni yo lo sé.
Además, si empiezas a hacerlo no vas a poder dejarlo. Y yo tampoco.
Hay trenes que hay que coger deprisa, que si se cierran las puertas ya no subes. Pero déjame pasar. Yo no soy tu tren, no vas a ser feliz conmigo.
Y tú eso no lo sabes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario