lunes, 31 de diciembre de 2012

¡Bye bye 2012!

Si echo la vista atrás puedo ver un saco lleno de días malos, de estaciones y hospitales, decepciones y momentos de ansiedad. Pero también puedo ver los rostros de quienes me acompañaron durante aquellos días, me recogieron en las estaciones y me abrazaron en las salas de espera.
Si cierro los ojos puedo verte, si los abro también, y eso es más de lo que pude imaginar.
Gracias a todos los que hicieron de este año algo especial.

Que el 2013 llegue vacío propósitos y lleno de esperanza.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Te duermes - Giaconda Belli


Te duermes a mi lado.
Caes silenciosamente en ese mundo
donde yo puedo ser alguna remota conocida,
una compañera de banca de parque o la amante
que acabas de dejar para evadirte a esa región donde, mutuamente,
nos privamos de la palabra.

Me conmueve verte dormido, hundido en las sabanas
con el abandono del sueño, enigmáticamente
encerrado en tu cuerpo.

También yo me dormiré y entonces quizás te despiertes
y pienses esto que yo estoy pensando, tal vez
me imaginarás enredada en algún árbol enmarañado
de los que sabes que me encantan y me quieras alcanzar tocándome,
sacándome del mutismo de estación
de radio apagada, volviéndome a traer hacia tu lado,
hacia el amor que nos dio el sueño.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Cuenta a cero


Ahora que la niebla se ha ido y empieza a clarear, ahora que llega a su fin un año bien cargadito de mierda es cuando comienzo a entender que lo único a lo que me he dedicado estos últimos meses ha sido a ocupar mi cabeza con causas ajenas para no tener que resolver las propias.

No volveré a dar la cara por quien me ofrece la espalda. Descubrir que eres de cobre, frágil y maleable, para quien consideraste oro es duro, pero más duro es intentar alcanzar a nado a quien se deja arrastrar por la corriente.

Si bien es cierto que ha sido un año difícil, me ha servido para aprender algunas cosas. La soledad es el tiempo que transcurre mientras esperas una buena noticia, una bala de oxígeno en la oscuridad o un abrazo en una sala de espera; la paciencia es más extensa de lo que creía pero su fin desata tempestades endureciendo palabras que, de otro modo, habrían sido cercanas o amables. También tú deberías aprender que la amabilidad sin retorno se convierte en ira.
He aprendido que tomar el riesgo de atravesar el puente que nos separaba es una de las mejores cosas que he podido hacer, gracias por demostrarme que las noches también pueden medirse en besos.

Por eso he decidido poner el contador a cero antes del uno de enero, pues ahora me atrevo a mirar a los ojos de la verdad. Puede que la vida siga demostrándome que puede ser tan bella como hija de puta pero ya no me da tanto miedo, ahora soy mucho más capaz de verter los desdenes y los malos gestos al pozo de la rabia injustificada y aprecio un poco más el valor de quien no tiene precio.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Warning sign

Me gustaría hablar de altruismo pero la ficción nunca fue mi fuerte, hace ya tiempo que los actos desinteresados se encuentran en peligro de extinción. Nada nuevo, exceptuando que yo me he dado cuenta de ello esta semana. De sobra es sabido que el hedonismo se ha hecho con la hegemonía de cada muestra de gratuidad que pudiera quedar esparcida entre los dedos de alguna de las personas que nos rodean.
Escribo esto desde la rabia de haber concluido que no hay nadie que no viva desde el egoísmo, el mero hecho de pensar que tal vez yo esté viviendo de esa manera me repugna. La impotencia de no poder escribir sobre el altruismo porque no exista y a mí nunca me haya gustado la ficción me desvela cada noche y me aleja, cada día, un poco más de ti.

sábado, 8 de diciembre de 2012

viernes, 7 de diciembre de 2012

Diciembre

Quise ralentizar el tiempo y conseguí pararlo, quise volar un rato y mi cabeza terminó chocando contra el suelo. Por estúpido que pueda parecer, tan sólo quise soñar que las cosas que están pasando dejaban de pasar, volver dos años atrás, tragarme las ideas que no me atrevo a compartir con nadie y enterrar la sensación de que nada de lo que hago merece realmente la pena. Pensé que sería capaz de olvidarme, por un rato, de que hay algo dentro de mí que no me deja llevar una vida tranquila y acabé lloriqueando entre comentarios sin sentido.

Me gusta más el verbo compartir que competir, tal vez por eso nunca he terminado de comprender el daño gratuito ni las malas intenciones, y verdaderamente pienso que cuatro palabras aparentemente ordenadas y sentidas jamás podrán sustituir a un buen abrazo.

Pero a quién quiero engañar, sólo intentaba olvidarme de ti sin darme cuenta de que la solución más eficaz sería ocuparme un poco más de mí.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Haruki Murakami- "Kafka en la orilla"

La profecía siempre está allí, como las aguas de un negro secreto. Por lo general, se ocultan silenciosas en profundidades desconocidas. Pero a veces se desbordan sin palabras y empapan, heladas, cada una de tus células, y tú, ante este cruel desbordamiento, te ahogas, bloqueas y jadeas. Te pegas al respiradero del techo y buscas con desesperación el aire fresco del exterior. Pero sólo encuentras un aire reseco que abrasa tu garganta. El agua y la sed; el frío y el calor. Elementos supuestamente antagónicos unen sus fuerzas y te atacan.

Con lo vasto que es el mundo, a ti te corresponde un espacio minúsculo -y ya te parece bien que así sea-, pero éste no figura en ninguna parte. Cuando buscas una voz, sólo encuentras un silencio profundo. Pero cuando buscas el silencio, sólo encuentras una voz que te va repitiendo incesantemente la profecía. Esa voz, en algunas ocasiones, da a un interruptor secreto que se oculta en tu mente.

Tu corazón es como un gran río crecido tras un largo periodo de lluvias. Los postes indicadores del camino están, todos sin excepción, sumergidos en la corriente, o tal vez hayan sido arrastrados a otro lugar oscuro.
Y la lluvia sigue cayendo torrencialmente sobre el río. Y cada vez que veas en las noticias las imágenes de unas inundaciones pensarás: "Sí, justo. Ese es mi corazón"

lunes, 3 de diciembre de 2012

Blanco sobre negro

Las cosas que no se dicen arañan las gargantas. Llevo días pensando en lo irrelevantes que pueden llegar a resultar las palabras tanto cuando creemos que sobra tiempo para decirlas como cuando no sentimos la necesidad de escucharlas.


Hace dos días te vi en el rostro de otra persona. Llegaste con un gorro de lana gris y una herida en la frente. Me observaste desde sus ojos. Eras tú, juro que eras tú haciendo lo posible de un sueño, acariciando y tratando de alumbrar, aún más, cada uno de los recuerdos que aún no han logrado escapar de un pasado tan cercano como largo. Los veranos en la playa, tu pelo corto de dos colores, un cuadro de dos piedras sobre la arena fina, la cafetería de la estación donde tuve la certeza de que no volveríamos a abrazarnos, no en esta vida, tal vez en otra, si es que eso es posible; y una libertad que jamás olvidaré. Nadie se va nunca del todo, su estela nos sigue durante muchos años.


Entonces, cuando aún podía, no quise decir nada, la cobardía se mide por el número de veces que dejamos morir lo que sentimos. Ahora que ya no soy tan cobarde, no hay tiempo, no contigo, sí con otros a quienes intento transmitir palabras relevantes que aún no lo son pues se creen poseedores de toda la eternidad para escucharlas. Cuando hay tiempo todo importa menos pero pesa más. No esperamos ni deseamos hasta que llega el día en que las circunstancias nos hacen partícipes de su finitud, y es entonces cuando deseamos soltar lastre entre bares y lágrimas, cuando anhelamos que el abrazo no dado venga de otra persona, que la palabra no dicha sea comprendida por quien no está en el deber de hacerlo.

Es, por tanto, el mío, un intento vano de ganar tiemp. Ellos no escuchan, no esperan ni desean, les han enseñado a apretar bien los dientes para no dejar salir palabras que demuestren sentimientos, las mismas que mañana escupirán hacia una pared en blanco, susurrarán al fantasma del pasillo o gritarán hacia un abismo del que tan sólo obtendrán un eco ingrato y burlón.